Con frecuencia se albergan hacia la poesía en la escuela mayores recelos que hacia otros géneros, el cuento, por ejemplo. Se ignora o se olvida en ambos casos que existe en origen una íntima vinculación entre lenguaje poético e infancia. Desde que es un bebé, escucha el encanto de la sucesión rítmica y el juego de los sonidos, disfruta con el fluir de los nombres y su capacidad de sugerencia y goza con la repetición y creación de palabras, combinaciones insólita
Sin embargo, el gusto natural que el niño tiene por escuchar y crear palabras hermosas, por inventar y descubrir significados, se va perdiendo con los años. Sólo el fracaso de una educación que no acaba de aceptar que el juego y la imaginación son espléndidas formas de conocimiento y que, en lugar de impulsar capacidades las ahoga, explica el hecho irrefutable de que los niños no desarrollen sus potencialidades creativas, aplastadas por el absolutismo de los «saberes útiles» que ocupan de manera absolutista su tiempo en la escuela. s y biensonantes de sílabas y vocablos que muchas veces no significan nada.
Sin embargo, el gusto natural que el niño tiene por escuchar y crear palabras hermosas, por inventar y descubrir significados, se va perdiendo con los años. Afortunadamente, muchos educadores se están dando cuenta de la mucha inutilidad y fracaso que genera esa educación puramente pragmática que, además de asfixiar posibilidades, aburre mortalmente a los niños y por distintos caminos tratan de alimentar la fabulación, perseguir las historias mágicas plenas de belleza y de sentido existencial, nutrir la fantasía, buscar la respuesta estética a las grandes preguntas, abrir las puertas a la creación infantil facilitándole recursos
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